“En
agosto de 1965 se firma una acta de reconciliación que fue establecido por las
nuevas autoridades y los oficiales constitucionalistas, se designó al Dr.
Héctor García Godoy en la presidencia de la república y se llamó a nuevas
elecciones lo más pronto posible.
Entre
los acuerdos establecidos, estuvo que los militares rebeldes volverían a sus
cuarteles, sin discriminación ni represalias, pero para decepción de todos
ninguno de los acuerdos se cumplió y en su lugar sufrieron acoso, persecución y
hasta asesinatos a sangre fría, desapariciones forzosas etc. Nosotros mismos
fuimos víctimas de ese acoso, nuestra casa fue saqueada, recibíamos múltiples
amenazas.
Con los acuerdos de
conciliación mi padre es asignado a una dirección en la Guardia Presidencial y
hasta allí llego la represalia y el terror urdieron una trampa bien montada y
le robaron el arma de reglamento, el hizo su informe y le dijeron que era un
incidente sin importancia y que volviera a su puesto y siguió laborando de
manera normal y sin ninguna novedad aparente, sin embargo el día 30 que le
correspondía su pago del mes corriente, le dijeron que no tenía cheque pues
había sido cancelado desde los inicios del mes cuando perdió el arma en efecto no había nada que hacer, una
vez más se dejaba reflejado que los acuerdos de reconciliación solo habían sido
un pedazo de papel sin ninguna valides.
Pero una vez más la solidaridad y el cariño de los vecinos no se hizo
esperar. Los meses subsiguientes fueron
terribles según narro mi padre.
“Los meses siguientes fueron terribles, el terror se seguía imponiendo y
el imperio de la muerte. Como no nos
pudieron eliminar a todos en el hotel Matun, ahora la meta era eliminarnos uno
a uno y así en 1967, nos vimos en la obligación de salir del país, nuestro
destino fue Centroamérica, recorrimos Guatemala, San Pedro Sula en Honduras, El
Salvador Nicaragua, Costa Rica y finalmente nos asentamos en Panamá.
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