martes, 6 de septiembre de 2016

CORONEL FERNANDEZ DOMINGUEZ


Poco me gustaba hablar con mi padre acerca de los caídos en combate, para mi eran héroes y respetaba la causa por la que habían caído,  pero recordar la forma en que lo habían hecho, era como remover viejas heridas en mi padre y un sentimiento de impotencia que yo misma pude experimentar, durante la invasión norteamericana a Panamá en 1989, al ver caer a compañeros, conocidos y amigos, y allí finalizaba nuestra conversación, era como una relación de silencio de miradas era como un idioma que yo comprendía, entonces me levantaba y me retiraba, sin embargo un día si le insistí que me hablara del Coronel Fernández Domínguez, ya que de pronto por el yo sentía una admiración especial, transmitida tal vez por su hija Oleka a quien conocí en 1980 cuando cientos de jóvenes de diferentes países apoyamos  con la reconstrucción de Nicaragua, tras el triunfo de la revolución  sandinista de 1979.

Mi papa califico a Fernández Domínguez; como un hombre honesto y muy brillante, quizás  el más preparado en el movimiento constitucionalista, incluso fue considerado como el ideólogo de la revolución.
“Su muerte enluto nuestro movimiento el callo en la avenida 30 de marzo durante al asalto al Palacio Nacional, junto a él cayeron también Ilio Capochi, instructor de los rana, Juan Miguel Román,  Morillo, líder catorcista, entre otros muchos más, Fernández Domínguez  había sido nombrado Ministro de Interior y Policía en el Gabinete designado por el Gobierno Constitucionalista presidido por el Coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, logró entrar al país después de varios intentos, el día 14 de mayo de 1965 mientras se realizaban negociaciones entre el gobierno constitucionalista de Caamaño y los representantes de las fuerzas estadounidenses que habían invadido el país. El 19 de mayo de 1965, cuando murió en la avenida San Martín, en la intersección con la calle Abreu, llevaba cinco días en el cargo. No fue sino hasta entrada la noche que pudimos rescatar sus cuerpos, debido al intenso tiroteo por parte de las tropas yankee, su cuerpo fue llevado al edificio Copello sede del gobierno constitucionalista en la calle El Conde, su cadáver permaneció allí en capilla ardiente por varias horas ante la mirada atónita de los compañeros”. Puntualizo mi padre dejando tras de esa conversación un silencio profundo, era como si estuviera viviendo una vez más ese episodio de su vida. Su relato para mí fue tan impactante que mi propia pluma no puede expresar todo lo que me transmitió mi papa en nuestro dialogo sobre ese fatídico 19 de mayo.


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